Me moría de ganas por probarlo… y él también. Lo sacamos de su caja como si fuera un tesoro, y desde el primer toque supe que iba a hacerme temblar. Jugamos, exploramos, nos reímos, y gemimos juntos. Cada vibración, cada cambio de ritmo, nos llevó más y más lejos. El nuevo juguete se convirtió en nuestro mejor cómplice esa noche… ¿Te atreverías a verlo en acción?